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Dra. Ana Prior Mier y Terán

El virus SARS-CoV-2 es un miembro de la familia de coronavirus, causante del COVID-19, una enfermedad que ha sido catalogada como pandemia por la Organización Mundial de la Salud y ha provocado un gran número de muertes en los últimos 4 meses, por lo que investigadores de todo el mundo buscan la cura sin haberlo logrado aún.

Los síntomas del COVID-19 son muy similares al resfriado común, los más frecuentes son: tos, fiebre y en algunos casos dificultad para respirar. Solo el 20% de las personas contagiadas presentarán complicaciones que requerirán hospitalización y alrededor de un 6% tendrá un desenlace trágico. La gravedad de esta enfermedad radica en su alto grado de propagación, ya que se trata de un virus nuevo que hace vulnerable de contagio a toda la población en un corto período de tiempo y para el cual no se tienen aún vacunas, ni tratamientos aprobados.

Actualmente suman más de 1.5 millones de personas contagiadas por COVID-19 a nivel mundial con casi 100 mil muertes, por lo que hospitales, centros de investigación e industria farmacéutica han enfocado todos sus esfuerzos en la búsqueda de una cura, con más de 80 ensayos clínicos que se llevan a cabo en todo el mundo, utilizando alrededor de 20 medicamentos conocidos.

Es importante mencionar que el desarrollo de un nuevo medicamento puede tomar más de 20 años, desde el descubrimiento de la molécula hasta su comercialización. Sin embargo, debido a la emergencia sanitaria por la pandemia, ha sido necesario generar una estrategia que permita acortar estos tiempos al máximo, por lo que toda la investigación farmacológica que se realiza en este momento está orientada al reposicionamiento de medicamentos que ya han sido autorizados para otras enfermedades. Es decir, los protocolos clínicos que se ejecutan, utilizan moléculas cuyo mecanismo de acción y perfil de seguridad es conocido, pero todavía es necesario probar su efectividad en pacientes con COVID-19 y establecer un esquema de tratamiento adecuado. Esta estrategia permitirá reducir considerablemente el tiempo en el que dicho tratamiento pueda estar disponible para los pacientes, aunque no representa una solución inmediata y se recomienda a la población seguir indicaciones de las autoridades y personal sanitario.

En México la COFEPRIS autorizó desde el pasado primero de abril, tres protocolos clínicos fase III, con el fin de encontrar un tratamiento eficaz para COVID19:

  • Dos protocolos se llevan a cabo en el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias Ismael Cosío Villegas (INER). Utilizan hidroxicloroquina, un medicamento que está indicado para la malaria, artritis reumatoide y lupus. Este medicamento es considerado un inmunomodulador, es decir, ayuda a activar, reforzar o restaurar la respuesta inmunológica del paciente. Además, en estudios preclínicos, se ha reportado que hay un probable efecto inhibitorio sobre la infección celular.
  • El tercer protocolo autorizado es para investigar el uso de remdesivir en pacientes hospitalizados que han sido diagnosticados con COVID-19 y es desarrollado en conjunto por el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID) de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de los Estados Unidos y el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán. Este medicamento es un antiviral de tipo análogo de nucleótido con actividad contra diversos virus de RNA tales como el MERS y SARS, además de haberse probado contra el ébola.

A pesar de los esfuerzos y de contar con los mejores especialistas a nivel mundial, en México no se tiene todavía ningún tratamiento aprobado para el COVID19. Por lo que, es necesario seguir las recomendaciones de la campaña SUSANA DISTANCIA y mantenerse informados a través de canales oficiales. Si tienes algún síntoma puedes llamar a los centros de contacto telefónico y solo en caso de presentar dificultad para respirar y fiebre persistente, acudir a un centro COVID u hospital más cercano.

Es muy importante no automedicarse, ni realizar compras de pánico de medicamentos, ya que puede tener consecuencias para la salud que actualmente se desconocen; además de generar un desabasto que afecta a los pacientes cuyas enfermedades si están indicadas en el uso de dichos medicamentos y que no pueden suspender su tratamiento. Estamos en un momento histórico para practicar esa solidaridad que nos caracteriza como mexicanos.

No salgas de casa.

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